martes, 1 de junio de 2010

Ella vende pan en la entrada de la casa, se moja los pies con la lluvia aunque no lo siente, hace años que no tiene sensaciones en ninguna parte, sólo dos ojos que bañan el horizonte con el bálsamo de su calma. Espera la muerte sin remordimientos, ha vivido sólo veinte años pero el cansancio que la desahucia multiplica sus edades incluso en la punta de sus dedos. Su canasto no pesa, no tanto como su alma doblada en tres.
Nadie la mira, la ciudad corre lejos de su cuerpo, cerca de futuros que se alargan aún cuando terminarán igual que sus pies vendados, que sus brazos cortos, que su cabello y su lengua eternamente cortos, bajo la capa de polvo que devora ls huesos.

No hay comentarios: