domingo, 13 de junio de 2010

"Siete noches esperamos justicia, dijo con sus ojos de plato"
La maestra saltó sobre la lectora, ningún hombre tiene ojos de plato redondo, lo recuerdo aunque en ese tiempo iba en la secundaría,  no se me ocurrió voltear ni decir nada, a mi me gustaba el cuento, pero a la maestra no le gustaban los platos redondos como ojos;  me reí imaginando ojos redondos, redondos, redondos, redondos, como el cuerpo de los pozos cuando uno  sólo puede recordar su entrada, aunque también hay pozos de boca cuadrada y los ojos no son redondos, tienen formas raras: para mí ojos de plato era suficiente, para la maestra tenían que ser redondos y esto que escribo no es consistente ni relevante, el cuento era de un hombre que pasa sed y hambre, un hombre viejo y pequeño, lleno de arrugas, que lo pierde todo y al final se queja de esperar justicia mientras los otros se burlan; sentí algo de tristeza y la maestra se sintió preocupada porque los platos dejen de ser redondos y se adapten a los ojos. La chica tiene dieciséis años, sus chinos se deslavan un poco por la pregunta de la maestra que insiste en ponerla en evidencia frente a todos, sostiene su cuento, nos mira, su nerviosismo se aspira rápido, ha pasado varios dias planeando esta historia, ha dormido poco y nada vale, los ojos del hombre no podian ser semejantes a platos, su hambre no podía ser hambre y la justicia por la que rogaba no encontraría eco en ninguna maestra de secundaria. Los cuentos para niños deben ser felices.
La maestra le ordenó leer una vez más: "Siete noches esperamos justicia, dijo con sus ojos de plato", la voz de la chica fue interrumpida por la maestra que, molesta, la reprendió una vez más. Quizá esperaba que, al leerlo por tercera vez, la historia cambiara, pensé mientras veía por la ventana, el cielo se iluminaba, la vida era un evento nuevo, en el que algún hombre con ojos de plato se sentaba a llorar tras no encontrar justicia.

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