miércoles, 16 de junio de 2010

la manzana calló, no deseaba hablarte, allá, en el tiempo de las ramas, no existían palabras, sólo los rumores del viento que son caricias que enrojecen la carne,  que entibian las estructuras por las que la piel se siente seducida, no hay ortografía ni voces ni oídos, sólo hojas que nutren de sensualidad los abismos en los que el agua se va acomodando entre la pulpa.

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