miércoles, 9 de junio de 2010

Yo pienso que el cielo sabe a mar, tiene algo de sal entre las puntas de su congelado cuerpo, por eso las nubes tardan tanto en decidir una forma, por eso las aves siempre llevan consigo su plumaje. Allá a donde todo se disloca en circulares ramas, mis ojos caen en la visión del precipicio perfecto y mis pies flotan y el cuerpo ya no le pesa  a la tierra, cuando era niña sentia que caería al cielo, al sabor áspero de todos los azules convertidos en sal.

No hay comentarios: