Alguna vez vi a un hombre desplumando aves, era como si les quitara los pétalos a las flores, lo hacía lentamente, sin tristeza en los ojos, quitaba pluma a pluma y las amontonaba en un cesto, las aves se movían, intentaban zafarse de sus manos, él las detenía con la facilidad con la que cualquier hombre detiene a una criatura, las desplumaba sin cambiar de postura, sólo se llenaba la punta de los dedos con sangre, mientras el banquito le mantenía de frente al horizonte en el que el sol le indicaba el momento de detenerse.
Algunas aves, quizá una o dos al año, lograban escapar de su manos, acariciaban el cielo por un momento, entonces otro hombre disparaba, las volvía sonido sin tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario