martes, 8 de junio de 2010

El paisaje se revelaba ante mi ceguera, mientras algún guía explicaba el funcionamiento de las máquinas que estaban en “la reserva”, el piso de obra era un trabajo exquisito, no entendía, la tarde se terminaba según mi reloj interno, los fantasmas salían de la fábrica y dejaban al velador con el cuerpo del delito, una larga manta blanca cubría la superficie del río, los hombres la miraban porque tenían cataratas, para mi seguía siendo negra, como la textura de los tenis; la voz del guía resonó entre los telares que estaban hechos maraña, la fábrica se cerraba y los inquilinos del silencio flotaban en el aire humedecido, el último dueño aún caía víctima del homicidio, el charco de sangre petrificó una huella sobre el exquisito piso de la oficina, las puertas hechas para los gigantes, el culpable, las manos de los trabadores, todo estaba inventariado, hacia cierto calor entre la humedad, cierto cansancio revolvía mi mente, otra vez perdí su voz, intente decir pero el guía ya estaba en otra habitación. Las mujeres gritaron algo, yo imaginé a la mancha de sangre volviéndose hombre y atacando al guía, escribiendo con su sangre inútil el nombre del culpable, luego imaginé que la vida es un poco más sencilla, acepté que quizá una rata cruzó el pasillo y que en mi oscuridad era la única persona incapaz del grito.

Luego las sombras rieron, un hombre tomó mi mano indicando que debía retroceder unos pasos, estaba de pie sobre la mancha del difunto, entre archivos y papeles reservados al olvido por la viuda. El hijo mayor vendió cuanto pudo, ahora eran recuerdos que algunos viejos almacenaban de su infancia.
- El trabajo era duro, yo empecé cuando tenía trece años, y allá, en la primera sala estaban las máquinas....que molían sus horas, pensé mientras el hombre era callado por su nieto, también ahora es esclavo, por eso su voz no se eleva. Una tienda de raya, dijo algún otro hombre ante una imagen imposible que los demás intentaban compartir.
Me hicieron alguna pregunta en lo que no escuchaba, di una vuelta sintiéndome libre por la galería llena de ventanas, el frio en los perfiles de las construcciones siempre revela información de la tarde. Yo sabía que no sólo estaban apagadas las luces de afuera, en el mundo comenzaba a extenderse la oscuridad como el silencio recaía en la voz de los guías y visitantes a la espera de una respuesta que no llegaba a mi consciencia apagada. De pronto abandonaron la enorme sala, me vi sola con los fantasmas que habían sido enterrados en el panteón de la iglesia que daba a la zona norte. Es como una hacienda, imaginé mientras rosaba algún vidrio empañado con porquería, aunque con máquinas que dividían hombres. Caminé imaginando el trayecto de los otros; los fantasmas, incluido le jefe, me daban la bienvenida, el aire ahora oxidado y con rastros de aceite indicaban algún final del camino, tropecé con un objeto metálico, el eco suspendió una especie de ruido en mi mente, estaba sola, con la fábrica que era cómplice del asesino del jefe, la penumbra estaba en todas las formas. Me quede quieta, esperando a que el homicida decidiera seguir con algún recurso de sangre en las manos. La voz del guía me indicó el camino, salimos mientras escuchaba le rastro de gemidos y el goteo de la sangre del hombre que nos llevaba fuera de los pasillos. Todos los hombres sangran por la boca, igual que el dueño de la fábrica lo hizo, todos estamos encerrados en los laberintos oscuros de la duda. El homicida fue encontrado después de tres días de búsqueda, fue condenado, no había ningún misterio. Los misterios habitan las películas. El guía no respondió cuando le pregunté porque sangraba, dijo que el sonido de las gotas coagulando eran en realidad goteras en el techo, el hombre que iba con su nieto me pidió que no siguiera preguntando. Salimos bajo el cuadro que hicieran de la viuda, imaginé sus ojos quebrados de un carácter sombrío.
- Algunos pagan por remediar la pesadilla de otros, me dijo el viejo, pero ahora es muy tarde y usted debe irse a casa y ceder al sueño.
Contesté algo sin mucha importancia, yo siempre estoy durmiendo.


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