lunes, 21 de junio de 2010

De alguna manera necesitaba robarte el aliento,  así que compré un gato y lo dejé al cuidado de tu alergia, en esos tiempos hablar de "soplo"  era expresar la vida, entender aquellas cosas que nos dan movimiento y resumirlas en esa forma, en esa palabra que recopilaba fórmulas también sencillas si lo pensamos bien, cinco letras no son demasiado, pero eso ha pasado y ahora "soplo" no es mucho, quizá el aliento de lo que amamos o el del frío que de alguna manera no nos deja libre la espalda. El gato hizo bien su trabajo, tú no dejabas las fiebres, la cama, los dolores, e intencionalmente no dejabas de olvidarme, de comprender que nuestra vida juntos fue un error, una simple transición entre dos estaciones. Esa tarde, antes de que la pelusa se colara por los eslabones de tu cuerpo, originando que el soplo se te escapara por la ventana  a la ciudad, emprendí tristezas sobre la nada y comencé a seguir tu ejemplo, a morir en el transcurso del arte de olvidar.

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