martes, 1 de junio de 2010

Yo no condeno nada, mi lengua no es juez, le pidieron que estudiara filosofía y derecho, que aprendiera todos los artículos y sus apartados, que hiciera temblar las rodillas de los que salían del camino; mas ella prefirió comprarse un cuartito de tristeza y  felicidad mezcladas y con ellas mirar a sus semejantes; prefirió que el oído escuchase, que las manos tocasen el frío y que en lugar de sentencias su saliva fabricara pequeñas convulsiones, alimentos de los dedos que trazan espuma sobre el teclado.

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