Le pusimos nombre a la mujer en el hospital, mientras las enfermeras jugaban a ordenar el mundo, luego le pusimos rostro, ante el espejo frente al que se le peinaba. La dejamos pasar, se volvió argonauta y desertó, ahora usa máscaras, desconoce la realidad y busca entre otras quimeras la felicidad. No sabe que es imposible, nadie la ha desengañado
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