miércoles, 2 de junio de 2010

Ninguna palabra puede definir mi impaciencia; incapacitada para no ver el más allá, para robar el tiempo y saber que  no aceptas que también me extrañas, que no hay solemnidad en esta pausa en la que sonreimos mientras te pones serio y hablas de esos tiempos en los que se te partia la vida, yo pienso en salir y en bañarme con la lluvia que el sol se empeña en no hacer realidad.
La tarde es perfecta, el calor disminuye, las quimeras se alejan de debajo de los pàrpados y mis manos te extrañan, de no ser porque las distancias invitan a ser abrazadas te tocaría, me acercaría al punto del que hemos huido desde el primer encuentro. Te dejaría en los labios una palabra y el largo silencio de las coincidencias. No temas, la cobardia habita mis entrañas, sólo caminaremos hasta el cruce en el que nuestros pasos se han de separar.

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