Las reinas salen de noche, con vestidos y labios negros, las reinas consumen cigarrillos desde la distancia de sus uñas inmensas y luego se sientan en los parques a llorar la desventura de los hombres sin casa, que beben agua de las fuentes sucias.
En esta ciudad había agua, transparente y cristalina, como rezan las descripciones de la infancia, aquí había mucha agua y las mujeres la llevaban a sus casas y regaban los jardines con flores, ahora quedan hombres y mujeres sin cántaros que nutran jardines o limpien patios, sin zapatos cómodos ni pláticas después de la comida.
Los hombres beben el agua que las fuentes vomitan, aún cuando es verde y parece oxidada; las mujeres se delinean los ojos, usan zapatillas; las reinas los miran y se pitan la mirada gris, sería negra si fuese el fin del mundo, pero tristemente aún no lo es.
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