lunes, 31 de mayo de 2010

Alguna vez  fui tú y toqué tu cuerpo con mis propias manos, temblé en tu cama, sonreí en el espejo de la mañana, mientras te rasurabas, mientras los ritos de tu vida se llevaban a cabo;  saliendo de tu cuerpo, volviendo al mío aún con el tacto de tus manos, sentí mi desnudez y me decidí a abandonarme en un abrazo contigo. 
Siempre agradecí que no notaras mi intromisión en tu casa, mi incapacidad para abandonar las células que te forman y que aromatizan mis sueños cuando no me queda más de ti.

No hay comentarios: