Alguna vez fui tú y toqué tu cuerpo con mis propias manos, temblé en tu cama, sonreí en el espejo de la mañana, mientras te rasurabas, mientras los ritos de tu vida se llevaban a cabo; saliendo de tu cuerpo, volviendo al mío aún con el tacto de tus manos, sentí mi desnudez y me decidí a abandonarme en un abrazo contigo.
Siempre agradecí que no notaras mi intromisión en tu casa, mi incapacidad para abandonar las células que te forman y que aromatizan mis sueños cuando no me queda más de ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario