viernes, 28 de mayo de 2010

Nosotros ya éramos eternos

Cuando dijeron sexo, las miradas de los espectadores llegaron al toque del silencio, Dios había roto nuestros huesos
- nosotros ya éramos eternos, dijimos ante las bocas de las coladeras que nos recogían

La pasión es el temblor en las manos, en los sentidos que extravían toda la base de grumos de nuestros ojos.

dios, con minúscula, salió de los labios de un hombre quebrado como nosotros, como nuestros sueños, abrió el periódico en el listado de desempleos, se rascó la cabeza, se alisó el corazón ante la familia que le pedía, hambrienta, un mendrugo de felicidad.
La mujer tenia tres hijos, hijos de nadie, sin padres, sin  comedia ni tragedia, sólo tres hijos, uno más desnudo que el otro, cada uno mas perfecto que su tristeza, que su flexibilidad al dormir amontonados.
El hombre vio a los niños, esos que sin padre eran suyos, vio a la mujer que sin poder ser dueña se volvía objeto y, luego de aceptar esta condición,  la sintió suya.

En el cuaderno de desempleo quedaron, marcados con rojo, los rastros de labios y palabras, el hombre partió en busca de venados, con una lanza, una corbata roja y la mirada estrellada en los anteojos.

La desnudez de la mujer le brotaba en los ojos como  el ardor de las cortaduras en las muñecas por las correas de los relojes. En sus manos su cuerpo, los cuerpos, el universo compartido y nada.

Este hombre no sabe que los cuerpos nunca se tocan, que descubrirse en otro es un sueño, pero dios si lo sabe y a veces le deja la tristeza de la lejanía, el recorrido sin estaciones a un departamento con el refrigerador descompuesto, el saber que no podrá llevar la carne ni la fidelidad a la mesa.

La mujer riega algunos de sus vástagos con lágrimas, los besa esperando que crezcan para salir a cazar, para que se pongan un traje negro y abran el periódico en la página de desempleos, que tomen el asiento incomodo y que usen sus cuerpos y sus tristezas para regar futuros vástagos que repitan la cadena de amargura.

La mujer espera al hombre, él llega con la mirada abajo, se crea el silencio, ella lo abandona, la muerte es un camino sencillo, los hijos crecen
todo en un momento
no es creíble
nada lo es

La mujer sigue en la parada de autobús,  esperando con tres vástagos en las rodillas, el hombre sigue en casa, exhalando la palabra dios, buscando un desempleo con la lanza a un lado y la corbata que le ahoga.

Teníamos los huesos deshechos, caíamos sobre las coladeras, nos introducíamos en ellas, el frió nos quemaba mientras pensábamos:
si por lo menos un milagro nos uniera,
si el frío viese roto su manto,
si el sexo que también esta roto, y sale en la televisión, nos pudiera ayudar a descubrirnos en el otro...

Dios creó engranes, consuelos fáciles, dice el tipo de las noticias, nosotros ya éramos eternos.

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