viernes, 21 de mayo de 2010

El letrero de seguir indica que puedo seguirme, que de alguna manera me conectaré conmigo y sabré por fin lo que escribo, lo que oculto en los blogs, en los muros de mi cabeza, en la boca.
Pero temo que si empiezo a hacerlo me descubra y sepa que cuanto escribo pasa por mis ojos, temo leerme a tal punto en que al caminar por la calle me reconozca y acercándome lentamente empiece a entablar una relación conmigo, mientras decido denunciarme con algún oficial, por seguir mi blog, por contestar a cada entrada, por enviarme mails de felicitada indignación por mi trabajo; temo enterarme que me odio, que nunca he pensado en mí, que prefiero a esos otros que me miran desde afuera como a un animal en el circo o en el zoologico.
Miro el blog de nuevo, es tan sencillo, sólo oprimiré seguir y estaré tras mis pasos, tras mis letras, tras de mí.
Podría convertirme en mi propia correctora de estilo, decirme que por favor cambie el ritmo que ofrecen mis comas, que ponga puntos y seguido, que no omita de ninguna manera los acentos, que esta idea o aquella otra son inaceptables porque no aportan nada, porque en realidad estas o aquellas palabras no pueden ligarse.
Quizá entonces me moleste conmigo y me mate, o me escriba una carta sugieriendo que me meta en mis asuntos, tal vez me atreva a hablarme, a decirme que agradezco el interes.
No, a decir verdad no me gusta como escribo, preferiría leer otra cosa, no inmiscuirme en lo profundo de esta intimidad escrita, iré a ver televisión, a caminar por la ciudad en la que  pastan recuerdos de todas mis vidas, a desvelarme con un puñado de dudas, sin traicionar lo que me digo antes de acostarme leyendo el contenido de lo que hago de día.

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