domingo, 4 de julio de 2010

El deseo nos transparenta, nosotros somos el sudor sobre su carne y la sensualidad se nos cae, no es que nosotros queramos ser vencidos, más bien esperamos quedar exhaustos, los espejos dobles, los pechos latiendo y la temperatura a un mismo nivel, siempre una lengua, una idea de eternidad que se hace efímera en la piel que extravía nuestro propio olor, ya no sé de que hablo, sólo sonrío, quizá es necesario volver a dormir.

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