Bastaría la tristeza de ayer para suspender los mañanas
para que no hubiese ningún otro día incrustado en mí,
en está carne rancia que no se cansa de la juventud que le desflorece
bastaría con volver la mirada a los ojos de eso que ya es
impronunciable
para
quemar toda posibilidad de sentir que vale la pena soñar con el sol
que nos ilumina.
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