sábado, 10 de julio de 2010

...día de huir de abrirse paso entre las telarañas, de mostrarse en el espejismo de lo que las estancias suelen ser. Salí a morir como lo hacen las entrañas de la tierra, salí a morir y los amantes no notaron la tierra de mi sepultura sobre la piel, no supieron del lodo que acompañaba mis orificios, ni que hay días como estos en los que busco los vicios para no escribir, para no desarmarme en la letra que empieza a deformar mi carne, mi verdadera carne, ese polvo que pica, que sume todo y me deja sin raíces ni posibilidad de regresar a lo estable, a lo cuerdo de compartir mentiras que suman realidades, eso ya lo dijo otro, esa suma ya la realizó algún otro en su cabeza y las telarañas de mis libretas me dicen "entra, llega hasta el fondo, no temas respirar, sumérgete" la cordura no es para mí, pero la locura es tan real que me parece imposible. Creo que quiero ese sonido de gota repetido sobre mi cráneo, otra vez sonar y caer y sonar y caer y sonar y caer, hasta dejar que la ruptura de mis estancias de mis ojos, de las pausas sobre el vació que me conforma se estanquen en derivaciones oscuras de labios cerrados, exiliar la palabra, que las telarañas no me atrapen antes, justo antes, de que la luz de la muerte se convierta en mí. Salí a morir y regrese, sin notarlo, a casa, al cuarto desde el que escribo en esta libreta no-libreta, estoy aquí, me hundí hasta el fondo, ya no sabré que es salir hasta que el suicidio me llame con su gelatinoso encuentro sin aire...  

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