jueves, 4 de marzo de 2010

ya no recuerdo

La vida me ha llevado hasta el punto de no recordar en qué lugar estaba esa mueblería, si, la que quedo  impresa en una burbuja con la voz de mi madre y de una joven.

Subí por la escalera esperando mirar el edificio, un viejo vicio que ni los años han logrado borrar.

Me gustaba subir las escaleras, esconderme del silencio entre sus hojas y ahí, en esa habitación casi vacía, mudada de muebles impropios que no emparentaban, ahí mi madre y la mujer hablaron sobre apariciones, yo no lo creía, si algún espíritu viejo habitaba la construcción no se ocuparía de molestar gente tan simple, gente que sólo entraba a la mueblería para observar la belleza de los techos, el grueso de los muros, las puertas selladas que comunicaban a otro lugar.

Yo era una niña de vestido azul, miraba a través del balcón un edificio, del otro lado de la calle, en el que jóvenes -universitarios, o eso imaginé -, jugaban al billar.

Nunca entres a estos edificios, me dijo mi madre, y yo no contesté, sólo seguí imaginándome en esa habitación, reconstruyendo el mundo, a través de los aromas del tiempo, de la pequeña ventana que parecía huérfana, del marco de la puerta y el silencio que me invitó a sentarme en un hueco de pared cubierto con madera...

Ya no recuerdo en donde fue, ni el rostro de la joven que atendía, cuidadosa, de manos algo cortas, de uñas afiladas, más grande que yo en ese entonces pero más joven de lo que soy ahora, de ojos risueños, de sonrisa amable,

de,

de,

de,

de todo lo impronunciable que la formaba

Ya no recuerdo a mi madre - otra mujer entonces - ni cuando fue que deje esas tobilleras, esos zapatos llenos de razones para explorar escaleras que daban a cuartos privados, en donde hombres solitarios y enfermos se suicidaban cada noche y volvían para reclamar la propiedad, convertida ya en un espacio de mi recuerdo, no en una mueblería que a causa de alguna crisis pereció; una y otra vez asustando a mujeres ingenuas que creían, firmemente, en la quimera que gemía, traspasando muros de edificios fragmentados y locales de distinta generación.

1 comentario:

Aidé Flores dijo...

No recuerdo como deje los llantos de las 12 atras de una puerta, donde muchas veces se olvidaron de mi presencia...