las mujeres no tienen corazón, sólo un puño de gusanos, lo digo yo que he abierto mi pecho ante el espejo; yo, que he merecido un poco de arrepiento, un hundimiento de gusanos hirviendo en torno a algún cuadrante solitario, a algún palpitar de larva que invierte el ciclo de mis sanguíneas gotas, de mi alucinar en alucinar en estrofa.
Las mujeres no tienen labios suaves ni pechos regulares ni escarchas en la voz, las mujeres son semblantes tristes que fingen sonrisas fáciles, son seres envenenados
Ahí van, camino abajo, con un frasco de agua-plástico en lugar de un jarrón, ahí van, con zapatillas o zapatos-plástico en lugar de sandalias o botines, ahí van, con un anillo de bodas o graduación, a rascar sus rodillas contra el mundo, a enredarse en automóviles conducidos con medias, en largas filas de indecisión.
No son bellas, no son estampas de amabilidad ni de dulzura, sus hombros no son soportes verticales de la mejor escala, sus ojos ya no son pozos de agua de luna sino pantanos de calcinarte brea.
Las mujeres no tienen corazón, sólo un batidor de lenguas, un largo espejo atravesado entre las piernas, un trozo de carbón entre las palmas, un odio furioso que ataca a las silabas de cada canción. Ya no son amor ni calor ni estaca, no son traidoras, enemigas disfrazadas de amas de casa, no llevan en la punta de la lengua ningún nombre, sus pies son espacios, espinas en remolinos que circulan sobre la columna de ventanas que las encierran en la oscuridad de su delirio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario